Palabras
nacidas en playas desiertas, en planos rugosos como de piedra.
Palabras de la calle, palabras del aire sin tiempo de los viajes, de
los sueños, de los amores. Palabras sin peso, de viento, de
tránsito. Palabras que ocupan el espacio que crean; que cierran los
círculos que empiezan. Y después ilusiones, visiones
clarísimas cuando los ojos dormidos, escenarios vividos en vidas
pasadas. Porque la realidad es también una construcción, una
interpretación, una paradoja compartida solo a medias. Palabras que
definen, que limitan, pero también palabras que generan, que
expanden, que iluminan. Y placer. Placer de sentirse entre membranas,
entre dimensiones mentales y espacios abstractos; placer de leer, de
escribir, de flotar en materia vacía, estética, purísima.