Seducción en la cocina

¿Y lo que mola, tener las cosas ordenadas? Los tenedores, por ejemplo. Si se les coloca uno sobre otro, encajando la parte de los dientes y procurando respetar el orden de la superposición, al final se termina formando una especie de superestructura de, qué sé yo, quince, veinte tenedores, que dan la fuerte impresión de formar uno solo. Pocas cosas más hermosas que esa pueden encontrarse en una cocina. O la cuchara sopera. La cuchara sopera todavía permite con más elegancia esa estructura múltiple de los tenedores encajados. Cuenco-sobre-cuenco-sobre-cuenco-sobre-cuenco y al final más de quince cucharas soperas pueden llegar a multiplicarse en una sola. Maravillosa geometría. Sucede lo mismo con la distribución de los objetos sobre, por ejemplo, una mesa. ¿Qué hay más inquietante que un exceso de azar que no permite la libertad en el espacio? Aquí un libro, allí una servilleta, debajo de todo unos folios viejos, una taza sucia casi al borde de caer, manchas de ceniza, de vino, etcétera. Sin embargo, cuando por fin el sentido común vence a la indolencia y ponemos orden, ah, entonces gloriosa geometría. Todos de repente parecemos utilizar reglas, cartabones y transportadores de ángulos imaginarios y nos parece que esto queda más bien aquí, esto un poco más allá, este segmento más paralelo a este otro, esta distancia más parecida a esta otra. Es el momento en que hace aparición nuestra concepción de la estética. Sí, la estética. Porque hay algo ahí, en la simetría, en el orden geométrico de las cosas y de los lugares que nos seduce. Tener las cosas ordenadas mola o, lo que es lo mismo, el orden seduce. Y si no me creéis, probadlo. Id a vuestras cocinas y apilad meticulosamente todos los tenedores o las cucharas soperas en una sola. Veréis que gozo insospechado os inunda. Dependiendo del tipo de cubertería podéis llegar a cifras altísimas de piezas encajadas. En serio, probadlo. El orden seduce. No os limitéis a ordenar cosas y después pasar a otra cosa. Permaneced en el orden. Mirad con atención. Sentid cómo os seduce. Hay pocas afirmaciones tan fáciles de corroborar como esta.