Diario de un criminal

Exterior, noche, algunas personas deambulan por el paseo marítimo. La brisa acaricia los... Joder, ¿qué estoy haciendo? Esto no es ningún guión. Ni ninguna jodida película. Acabo de cometer un crimen, eso es lo que pasa. Quizá en algún rincón de mi conciencia haya decidido que escribir pueda paliar la culpa, maquillar la barbaridad que he cometido. Quizá sea verdad que me creo así de estúpido. Pero lo cierto es que nada puede limpiar mis actos. Tratar de borrar el pasado es un autoengaño tristísimo. Me cago en la puta. Las emociones pueden dejarse pasar, observarse desde un ángulo conscientemente externo. Se puede hasta aprender de ellas. Pero las acciones están ahí, como tatuajes que nos acompañan toda una vida. Yo que sé. Los actos. También es verdad que si hago repaso a otras acciones similares, otros sucesos que se puedan comparar, ahora que ha pasado el tiempo puedo relativizarlos, envolverlos en una difusa complacencia, acaso en perdón. Bah, el tiempo. El tiempo no me sirve de nada ahora. He cometido un jodido crimen, no creo que lo vaya a añadir a una lista de errores como si fuese un tenista que pierde algún punto pero termina ganando el partido. Joder, qué mierda de concepto. Un crimen, he cometido un crimen, y me da la impresión de que ni voy a olvidarlo, ni me voy a perdonar. ¿Para qué pretendo, entonces, escribir sobre ello? Se escribe algo para que alguien lo lea, ya sea otra persona o uno mismo. ¿Qué voy a hacer yo con esto? Joder, ¡joder! Estoy perdido. Tarde o temprano alguien se va a dar cuenta. ¿Y si llamase a la policía y lo contase todo? Parece una idea estúpida. No me harían demasiado caso. ¿Y a algún colega? ¿A Eva, debería contárselo a Eva? No me jodas. Ni siquiera Eva me comprendería. Lo que he hecho es demasiado fuerte. Bueno, va, basta de rodeos, lo voy a decir. Lo digo, lo suelto, y así empiezo algo parecido a un proceso de liberación. Quizá si me desprendo de ello primero con palabras, más adelante haya más partes que vayan desprendiéndose de mí. Sí, ya sé, no lo voy a conseguir ahora, no va a ser un proceso rápido. Joder, ¿qué más da entonces? Por otro lado, si lo digo, si declaro aquí mi confesión, entonces me estoy cerrando la posibilidad de negar que ha sucedido. Al fin y al cabo, ¿de verdad estoy tan seguro de que alguien va a terminar descubriéndome? Ya, ya, la conciencia, mi propia conciencia. Qué mierda. La ética, la moral, el bien y el mal, qué puta patraña. O yo que sé, quizá no es ninguna patraña y lo único que hago ahora es huir. Qué típico. Todas las malditas posturas tienen razonamientos que los sustentan. Así es la retórica, la infinita variedad de los discursos. Siempre existe un marco lógico en el que justificar cualquier sentencia. Solo se trata de ir cambiando de marco lógico según convenga. A la mierda la coherencia, la rigidez, la continuidad en las creencias. Todo es pasajero, todo puede cambiar, etcétera. Pero mierda. Mierda, mierda, mierda. He cometido un crimen y ahora estoy aquí, como si nada. Me siento infinitamente patético. Escribir. ¿De qué me sirve escribir ahora? Escribir es vivir historias, recordarlas. Y eso es lo último, ahora mismo, que me conviene. ¿Y si volviera a cometer el mismo crimen otra vez? Quizá a fuerza de acostumbrarme, aligeraría su peso. Somos animales de costumbres. La primera vez siempre cuesta, la segunda puede que también, pero seguro que a partir de la tercera, la cosa empieza a normalizarse. Todo el crecimiento está plagado de ejemplos similares. Joder. ¿Pero qué coño estoy diciendo? Limpiar la mierda con más mierda, qué idea. Lo que debería hacer es confesar, asumir la culpa, digerir la experiencia, integrarla a mi pasado y aprender de ella. Crecer. Seguir las indicaciones que daría cualquier terapeuta. Pero claro, para ellos es fácil. Ellos no están en mi piel. Ellos no saben lo que yo he hecho. Nadie lo sabe. Joder, si me lo propongo, hasta yo podría conseguir no saberlo. Eso es. Tiene que haber un método para eliminarlo de mi memoria. Una droga. Un producto farmacéutico que ataque a la raíz. Sí, ya, y qué más. Ficción, magia, ya no digo más que tonterías. Ni siquiera me queda la evasión. Es una estrategia idiota. Mirar hacia otro lado para terminar encontrándote lo que evitabas, de cara, a una escala mucho mayor, y más dura. Me siento débil, como si estuviera bajando los brazos. Cada vez tardo más en encadenar frases, en escribir con este teclado. Mi voz se apaga, joder, mi voz se apaga, y ahí radica mi miedo. Me doy cuenta. El silencio me aterra. La ausencia de razonamientos, de literatura, el vacío ante el espejo. He cometido un crimen. Pero ya basta. Basta de pensamientos, es hora de saber qué estoy sintiendo. Ese algo en el estómago, en el pecho, en la nuca, que no tengo ni la capacidad ni las ganas de describir. Esta sensación, que no hay manera de diseccionar. El bombardeo de ideas es contínuo, tanto, que soy incapaz de enumerarlas aquí. Pero siempre hay una que las vence a todas. He cometido un crimen, y entonces qué pasará, o qué pasó antes, o qué dirá la gente, etcétera. No sé. Quizá si me relajo pueda intuir algo. ¿Pero intuir qué? He cometido un crimen, he cometido un crimen, he cometido un puto crimen. ¿Y qué pasa si me callo? ¿Qué pasa si, de una vez por todas, me quedo callado y escucho el silencio? Exterior, noche, algunas personas deambulan por el paseo marítimo. La brisa acaricia los edificios, las terrazas, y entra, como si fuera su casa, hasta el comedor desde el que escribo estas líneas. Bebo vino, escribo, y he cometido un crimen. Esto es todo lo que importa, y, al mismo tiempo, lo que no tiene ninguna importancia en absoluto. En todo el universo no paran de pasar cosas, y siempre hay voces que las están explicando, o replicando. Callar, no hacer, no ser visto. Esa podría ser la única alternativa. Negarlo todo. El tiempo, la existencia. Sublimar el cinismo. Pero también eso sé que no va a funcionar. Es casi como el suicidio, otra forma de huida. He cometido un crimen, he cometido un crimen. Es gracioso, porque a medida que repito la frase va perdiendo sentido. Un crimen, cometido un crimen, cometido, crimen, he. ¿Qué coño es un crimen? ¿Algo que va en contra de la ley? Pongámonos académicos. ¿Qué es la ley? Joder, cuánto me aburre razonar. Que le den por el culo a la ley. Yo sé lo que he hecho, y sé que no está bien. Que no me gusta haberlo hecho. Si consigo controlar eso, la esencia de mi malestar, quizá pueda resarcirme. Pero estoy cansado. Es agotador pensar. ¿De verdad es bueno que los humanos seamos inteligentes? Mierda, ya me estoy desviando. Un crimen. Debería plantearme si de verdad lo que he hecho es cometer un crimen. Quizá si lo explico, si de una vez me atrevo a confesarlo, alguien pueda darme una opinión objetiva. ¿O lo que necesito es que sea subjetiva? Estoy seguro de que el código penal está lleno de supuestos crímenes que, en realidad, no deberían serlo. Eso es. Voy a hacerle una confesión a algún colega que sea abogado, y que me diga su opinión. Ya. Ya veo por dónde quiero ir. Pretendo delegar en otro la responsabilidad de exculparme. Pero eso tampoco va a servir. Porque nada va a quitarme la sensación de que, lo que he hecho, es horrible. Ni ningún abogado, ni ningún juicio. Las últimas cuentas son la que paso yo conmigo mismo. Quizá sea eso lo que necesite. Una reconciliación conmigo mismo. He cometido un crimen, sí, he cometido un crimen, pero en lugar de fustigarme, podría darme palmaditas, restarle importancia, decirme-que-no-pasa-nada. Algo así como un olvido voluntario. Sí. Voluntad de olvidar, es lo que me hace falta. De perdonar y, por lo tanto, de olvidar. He cometido un crimen, sí, pero me perdono. Y por lo tanto me olvido. Exterior, noche, algunas personas deambulan por el paseo marítimo, mientras yo me perdono y después me olvido de que he cometido un crimen. Qué mierda es esto. No me lo trago ni yo. Confesar, olvidar, perdonar, asumir, estoy hasta los cojones. ¿Para qué mierda me he inventado todo esto, si en verdad no he cometido ningún crimen? ¿Sí? ¿De verdad me lo creo? ¿Puedo convencerme así, tan fácilmente, de que no he cometido ningún crimen? Al fin y al cabo soy el dueño de mis pensamientos, debo de tener la capacidad para moldearlos a mi gusto. Si creo en que no he cometido ningún crimen, aunque en realidad no lo crea, eso va a terminar haciendo que lo crea? Joder, esto se está complicando. Voy a irme a dormir. He tomado demasiado vino. Hoy he cometido un crimen, mañana, si todo va bien, no habré cometido ningún crimen, y habré pasado, aunque sea levemente, una pequeña página, y estaré más cerca de una cierta normalidad. Pero, eso sí, que no se me olvide, no el crimen, sinó el hecho de que tengo que aprender a convivir con el silencio, aunque sobre todo también con mi crimen, con ese crimen que he cometido, o que tal vez no he cometido, no sé, ya no me veo capaz de decidirlo. Mañana lo vuelvo a analizar, ahora estoy cansado. He bebido demasiado vino, y nos vamos a dormir, yo, mi crimen, mi he cometido, y mi un.