Una lectura lineal, prescindible e insegura

No es que no me guste que me llamen excéntrico (aunque la verdad es que nunca le he escuchado a nadie llamarme así). Es solo que me gustaría que emplearan un adjetivo más original, a ser posible inexistente: algo como incéntrico, excentrado, o circuncéntrico (qué sé yo, a veces le da a uno tanta pereza buscar en los diccionarios).

También dicen a veces 'es un tipo muy raro' (aunque la verdad es que no le he escuchado nunca a nadie decir eso de mí), descripción que sí me satisface, aunque exista la variante 'es un tipo un poco raro', una ambigüedad en la gradación que me inquieta bastante. De todas maneras lo prefiero, excéntrico me resulta una delimitación muy incómoda, un éxito de la odiosa manía de etiquetar las cosas: ya está, no entendemos qué es pero si lo llamamos excéntrico, tema resuelto, metámoslo en este archivador, pertenece a este campo semántico, venga, siguiente informe, buenas tardes, no olvide pagar las tasas en la otra ventanilla (no sé, frases así, de burocracia apática).

En cambio la palabra raro, la rareza, tiene tintes de desconocimiento, hay un reconocer que algo se nos escapa, que hemos salido del perímetro del parque: le hemos lanzado la pelotita al perro (y nosotros somos el perro) y en lugar de en los setos, la pelotita se ha perdido por una grieta que solo ha sido visible por un segundo, una-puerta-a-otra-dimensión, con la única diferencia de que esa dimensión no es ni fractal ni metacognitiva ni sideral ni accesible a través de ningún tipo de espléndida droga moderna, sinó que está tan cerca de nosotros como la panadería, la rotonda de entrada a nuestro barrio o el mismo sofá del salón de nuestras casas (no sé, cosas así, muy corrientes).

No sé si me explico. Quiero decir que en la confesión de ignorancia que propone el término rareza (en realidad la misma que propone el término excéntrico, pero a veces uno le coge manía a ciertas cosas) hay esperanza de infinitud, hay libertad de imposiciones teóricas (sobretodo psicológicas), y hay individualidad. Sentirse especial, reconocer la diferencia (de uno mismo y del resto del universo), asumir la incoherencia estructural de todo el sistema. Ser el perro que vuelve hacia su dueño (y nosotros somos ese dueño) y decirle: la pelotita ha desaparecido. Con la cabeza bien alta y sin ningún asomo de decepción, decir: la pelotita ha desaparecido, no la voy a encontrar nunca, ya está, se ha esfumado, ahora es un ladrillo de ese edificio, la letra jota de esa palabra, la servilleta de esa mesa (no sé, cosas así, que no tengan nada que ver con una pelotita).

Y en fin. Podría ahora enumerar ejemplos de las excentricidades que me han hecho famoso, de mis rarezas más célebres (aunque no soy ni famoso por mis excentricidades, ni ninguna rareza mía se ha convertido en célebre). De todas maneras, si lo hiciera, si de verdad tuviera el valor de confesar aquí el contenido último de esas excentricidades (de esas rarezas), lo haría por el mero placer de generar una estupefacción cuya evolución me divierte observar, algo lamentablemente difícil de conseguir, siendo esto literatura (aunque difícilmente pueda llamársele a esto literatura).

Pero no es a provocar (y observar) reacciones a lo que me he sentado hoy. Lo que en realidad creo que sucede en estas líneas es que le estoy dando forma a un impulso, a un movimiento. Algo como un punto y aparte, la tapa de atrás de una libreta, o el último número de un código de barras (no sé, imágenes así, que propongan finales de cosas, necesidades de progreso).

Lo digo de una vez, y así voy acabando: pienso que me he cansado de las espirales (aunque tampoco es verdad que haya abusado de ellas) y ahora quiero probar la linealidad. Sí, me he cansado de las espirales, de las que apuntan al interior, de las que se proyectan al exterior, de todas. Porque también cumplen un patrón: ahí radica mi desencanto.

En cambio ahora me gustaría darle una oportunidad a la linealidad. Intermitente, múltiple, solapada y alabeada, pero linealidad. De grosor variable, inclasificable e impredecible, pero linealidad. La más pura y rica de las linealidades posibles. Eso es. Linealidad: la-li-nea-li-dad (creo que lo mejor es la sonoridad de la palabra). Me paso a la linealidad: es una decisión irrevocable.

(Aunque en realidad tampoco la tengo muy clara)