Cuenta atrás

Y fíjate como ya son solo quince. Después de haber sido cien y noventa y después cincuenta y aún veinte, de repente miramos la tabla que dice los días que nos quedan por vernos, y ya son quince, solamente quince.

Esta mañana en que la neblina se esparce por San Salvador como una ceniza que abraza el valle: quince. Este nuevo estado alfa tan parecido a todos los de este viaje: quince. Este bombardeo de imágenes tuyas: quince. Los puestos de comida en la calle atestados de gente, todos tan educados: quince. Los datos sobre la isla y las ciudades coloniales: quince. Tus ojos pegados a la pantalla, inconscientes de todo lo que provocan: quince. Sorpresas que van a poner tus planes patas arriba: quince. Ecos de acentos centroamericanos: quince. Lunas tintadas donde te ves reflejada: quince. Buganvillas en jardines de mansiones de ensueño: quince. Tres por cinco, doce más tres, la mitad de treinta: quince. Las horas perdidas y por supuesto ganadas en imaginarnos juntos: quince. Trayectorias imprecisas sobre geografías remotas: quince. Literatura y sueños, realidad y tus besos: quince. Consejos de gringos, comentarios de ingleses: quince. Preguntas de extraños sobre lo indescriptible: quince. El cúmulo de frases en que nos hemos contado: quince. Fracciones subjetivas de un único tiempo: quince.

Y noches. Sobretodo noches. Noches que nos quedan para entrecerrar los ojos e invocarnos desnudos. Para volver a soñar una vez más lo que ya está a punto de suceder. Para despertar después y poder restar uno más, y que sean catorce, y después trece, y así hasta cinco, y luego tres, y después uno, y después ya.

Pero no, no hay que avanzarse en la cuenta, nos quedó claro que solo sirve el ahora. Así que quince, solamente quince, fíjate como ya, como son solo quince.