Noches, silencios, horas
que han pasado y ya no van a volver. Tiempos que ya nunca
significarán. Una voz que resume sin olvidar, una semántica de la
sensibilidad. Pero, ¿y qué? Si sólo piensas, y después piensas, y
después piensas. Algo muy profundo e inasible (o muy estúpido y
evidente) se te escapa. Cosas que no sabes pensar. Ni, probablemente,
nunca aprendas a pensar. ¿Lo entiendes? Aunque no es posible que lo
entiendas. Porque no hay nada que entender. En cada intersticio de
humanidad se corroboran la certeza y la falsedad. El vacío y la
completitud. La existencia es solo un convenio con el que todos nos
vemos obligados a jugar. Felizmente, todos nos vemos obligados a
jugar.