Imagen anzuelo

Les propongo un juego a los viajeros que tengan ganas de nuevas experiencias. Hace un tiempo ya propuse el de intercambiar historias, que, aunque está bien, puede deparar extrañas sorpresas. Hoy quiero proponer uno más sencillo, aunque también más difícil y, quizás por ello, más entretenedor.

Consiste en engañar a turistas con la cámara de fotos. Me explico. Llegas a un sitio espectacular. Todo el mundo corre a sacar la fotografía de postal, la número uno, la que va a quedar mejor en Facebook. Pero entonces tú sacas otra fotografía (¿De qué? Ahí entra tu imaginación), con el objetivo de que algún turista “caiga” en la trampa, y fotografíe también lo que tú acabas de fotografiar.

Por supuesto hay grados de dificultad. Cuanto más absurda o irrelevante sea la fotografía anzuelo, más puntos se logran. La papelera llena de plásticos y residuos de una tortillería en Chichen Itzá, unos zapatos abandonados en las ruinas de Tikal, o una de las franjas de un paso de cebra en la plaza central de San Salvador pueden ser buenos ejemplos.

Pero es que el juego no sólo resulta entretenido por sí mismo, sinó que, en contadas (y maravillosas) ocasiones, uno puede observar en -vamos a llamarle, provisionalmente- el engañado, cómo se produce un cambio en su interior. De alguna manera, mostrarle nuevos enfoques dónde no parecía haberlos, en algunos casos genera una revolución en la perspectiva, no solo de las imágenes, sino de su comprensión de la vida en general. En esos casos podemos hablar del turista como el iluminado.

Porque, gracias a nuestro ejemplo, el iluminado descubre que la belleza no está siempre dónde todos la ven. Pica en el anzuelo, sí, pero enseguida emprende su propio vuelo y, sin necesidad de explicarle las normas, empieza a jugar él mismo, ya no para engañar a otros turistas, sino para su propia satisfacción.

Porque se da cuenta de que cada uno ve la vida de manera diferente, y que las expresiones de la belleza no solamente están en esas postales que perseguía, sino que pueden estar en muchos sitios diferentes y en muchas formas diferentes, no solo en las estipuladas, las populares o las impresionantes. Y cuando  traslada este aprendizaje a su más íntima cosmogonía, le hemos hecho un grandísimo favor.

Nosotros, por nuestra parte, cuando logremos este maravilloso suceso, antes de seguir jugando con otros turistas, debemos anotarnos un punto Bonus a nuestro favor. En cambio, si alguien nos hace caer en su fotografía-anzuelo, nuestra puntuación, incluida la de los Bonus, vuelve a cero en el contador.